lunes, 21 de abril de 2014

Para jugar, hay que mojarse


Qué tendrá la playa que me hipnotiza? entro en el estado Alfa del tirón, se abre un espacio interior en mi que me aporta calma y comprensión. Qué tendrán las gaviotas que me envuelven? y las sigo observando sus armónicos movimientos, su destreza para aterrizar en el lugar preciso, la belleza de sus alas enormes, su mirada, su libertad...

Siento que cuando estamos cerca del mar, de la arena, estamos más cerca de "otro lugar", no sé muy bien cual es, pero cambiamos, como si volviéramos a algún sitio del que no tendríamos que habernos apartado nunca.

Observaba a los que esperaban las olas con sus tablas, pertrechados de trajes para no pasar frío, les miraba pacientes, observando, atentos, qué gran trabajo de atención plena, el que hacían ellos y el que me facilitaban a mi.


Esperar la vida, sabiendo que venga lo que venga hay que afrontarlo. Esperar con calma, ligeros de equipaje, seres humanos entre destellos de luz y sal y de pronto, la ola venía y los que habían estado atentos se adaptaban encontrando el espacio exacto para dejarse llevar, tal vez levantarse y volver a caer. Así es la vida, un gran juego de equilibrio en el que hay que mojarse.



Almu Fuentes

miércoles, 9 de abril de 2014

El piano de mi madre


En mi casa de origen hubo siempre un piano. Un piano grande, envejecido, con muchas teclas gastadas por el paso de los años. Recuerdo que un día le pregunté a mi madre el por qué del piano. Lo había heredado de su padre, nadie en mi familia tocó nunca el piano, solamente de niños lo aporreábamos en forma de juego. Ese piano tenía encima un jarrón de flores y muchos marcos de fotos de distintos momentos de nuestra vida. Mi madre me contó, como a lo largo de los años, había buscado siempre casas con salones grandes en donde poder ubicar el piano.

Es curioso, un piano heredado que nadie toca. Un piano desafinado y gastado que sigue estando en la casa familiar y me pregunto... qué representa ese piano? Puede ser que para mi madre, ese objeto represente la cercanía de su padre aún sin saberlo? puede ser que aunque ella desde la mente diga que lo guarda porque le encanta, haya una razón más profunda detrás de ese instrumento guardado a través de los años? Se quedará alguno de mis hermanos o yo misma con el piano en forma de lealtad ancestral?

En realidad, lo de menos es el piano, lo de más son aquellas misiones que heredamos sin saberlo, esos miedos basados en creencias almacenadas en el inconsciente, pequeñas o grandes lealtades que nos limitan y lo mejor, la posibilidad de observarlas, atestiguarlas, hacerlas conscientes, subirlas de nivel, para desde ahí, decidir qué hacer con ellas.


Almu Fuentes