Ayer tuve el placer de desayunar con mi hija pequeña, todo en la mesa estaba preparado tal y como a mí me gusta, los que me leéis sabéis el hincapié que hago en hacer cada mañana el desayuno para convertirlo en un momento muy placentero.
La manera de
sentarse de la pequeña de mi casa no es siempre muy ortodoxa, pero ya me
he acostumbrado y sé, que esas posturas se van pasando a medida que uno va
creciendo. Sin embargo, mientras preparaba mi tostada y me deleitaba en la
variedad de mermeladas, vi con el rabillo del ojo, que ella había comenzado a
echar trozos de queso dentro de la leche caliente y con la cuchara, iba
pescándolos como si fueran picatostes en una sopa otoñal. Inmediatamente mi
parte más estricta la reprendió:
"¿qué estás
haciendo? ¿qué cochinada es esa? ¡el queso no se moja en la leche!, se mojan
las galletas, el pan, las magdalenas, los churros, las rosquillas... ¿pero el
queso?"
Mi hija me miró
sorprendida y me contesto: "Me gusta mamá".
"...ya,
entiendo que te guste, pero es que el queso no se moja en la leche y bla bla
bla..."
De pronto, algo en
mí se movió, una parte de mí que es sabia y que muchas veces tengo tapada.
¿Por qué no se
moja el queso en la leche cuando se desayuna? ¿quién lo ha dicho?
Y no lo sé. No
tengo ni idea. No sé quién se inventó que se podían mojar otras cosas, pero no
el queso, no sé cómo ni de qué manera esa estúpida idea de que el queso no se
moja en la leche, se instaló en mis creencias, en mi cocina, en mi mesa del desayuno y en mi vida y si no llego a estar atenta,
hubiera pasado de mis creencias a las creencias de mi hija, que a su vez, le
habría dicho dentro de unos cuántos años a su propia hija, que no se mojaba el
queso en la leche...
Mágicamente
respiré el momento "queso en la leche" y me di cuenta de que había
atrapado a una creencia como si hubiera sido un mosquito molesto que zumbaba y
zumbaba alrededor de mis oídos en una noche de verano. ¡Zas! creencia descubierta,
creencia puesta en duda y con muchas posibilidades creencia en vía de desaparición.
A partir de ahora,
en mi casa, en mi mesa, en mis desayunos, en mi vida, cada uno es libre para tomar lo que
desee y que se preparen las creencias, porque voy a estar muy, pero que muy atenta...
Y ese detalle, ayer me hizo inmensamente feliz mientras veía la cara de mi hija
disfrutando de su pequeño gran invento.
almufuentes@gmail.com.