¿Verdad que hay muchas personas que cuando pronuncian la palabra "suegra" se ponen verdes, les salen cuernos y echan fuego por la boca?... ¿puede ser que una parte de nosotros las culpe por la educación que han dado a sus hijos y que finalmente nos repercute a nosotros?
¿No os parece muy extraño que haya tantas suegras malas, malísimas? A mi si.
Y lo que es peor... ¿me convertiré yo misma en una suegra odiada?
Tenemos la humana tendencia de buscar culpables, de no mirar a las personas a las que amamos con respeto y honrando sus historias, su forma de ser, su forma de crecer, su identidad. La suegra suele ser depositaria de muchas culpas, cuando en realidad, ella lo único que hace es vivir su propia senda de la mejor manera que puede y sabe.
Hoy, mientras tomo mi café pienso en mis dos ex suegras y la verdad es que solo se me dibuja una amplia sonrisa.
Qué suerte he tenido con ellas, cuánto he disfrutado con sus conversaciones, con sus relatos, con su forma de ser, cada una en su estilo, pero qué grandes mujeres las dos.
Mi entrada de hoy va dedicada a esas personas que no soportan a su suegra, que las mantienen alejadas, que han establecido con ellas una especie de lucha de poder. Tal vez, si con inmenso amor y generosidad, las miramos con otros ojos, nos acercamos a sus historias personales, a su infancia, su juventud, si somos capaces de ver que más allá de lo que ella representa, hay una mujer que hizo lo mejor que supo... tal vez entonces, podamos ir perdonando y diluyendo esas bolsas de dolor y de rabia que tanto nos enojan.
Las suegras, no nacieron siendo suegras, fueron niñas como todos, rieron, lloraron, sufrieron, lucharon, sintieron, como todos... no hay nada especial en ellas. Solo madres que, como la gran mayoría, a veces, nos equivocamos, porque educar a un hijo, respetar cuando se va, dejar de controlar, abrir los brazos para darle libertad, no siempre es fácil.
Si establecemos con ellas una energía de rivalidad y de lucha de poder, el juego de la vida es mucho más complicado para ellas y para nosotros. Si por el contrario las honramos por la vida que han vivido, por su caminar, si las vemos con ojos amorosos... tal vez, podamos comenzar a cambiar esos dolores coagulados y la guerra emocional termine.
Algún día podemos acabar siendo "suegros" nosotros mismos, y a mi particularmente, me gustaría que me vieran desde el prisma de la comprensión y el cariño, no en vano, las madres convertidas en suegras, son portadoras del gran milagro de la vida. No lo olvidemos.
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