jueves, 28 de febrero de 2013

Complacer-ME qué placer...


Nacemos y aprendemos a complacer, es un mecanismo de supervivencia, un botón en nuestro avatar con el que intentamos asegurarnos el amor y el cuidado de los demás. Nuestros gestos, nuestras sonrisas, las miradas, el tono de voz y poco a poco las bromas y los encandilamientos.

Aprendemos a seducir desde niños, a ganarnos el cariño y la simpatía, a salvarnos de broncas, a desarmar al de enfrente con nuestra magia complaciente. Primero lo hacemos con nuestros padres, luego con los profesores y amigos, nuestra pareja, el jefe, el compañero, los hijos...

El complacer tiene además la ventaja de que aumenta nuestra paciencia, nuestra energía y si funciona... nuestra felicidad.

Sin embargo, tenemos que conocer bien ésta herramienta, éste don natural para utilizarlo con todas sus posibilidades. Complacer a los demás y también recordar complacernos a nosotros mismos.

Recuerdo hace unos años, cuando mis niños eran muy pequeños que recorría los pasillos de un supermercado una y otra vez, metiendo en mi carro todo aquello que complacía a los que yo amaba, era perfectamente capaz de recordar cada producto que haría feliz a alguno de mi tribu, compraba con amor y me sentía feliz y así pasaba mis días en la certeza de ser la mujer con más capacidad de complacer a los demás.

Pero un día me dí cuenta de que si bien yo tenía una gran capacidad de complacer al exterior, era muy rara la ocasión en la que yo misma me complacía. Así que comencé a intentar complacerme y descubrí que ni siquiera sabía lo que me complacía. Esos pequeños detalles que eran válidos para otros, pero no para mi. Me había acostumbrado a comprar cereales de todos los sabores y texturas, cervezas y quesos deliciosos para el paladar de otros y no tenía ni idea qué cosas me daban a mi placer.

Aquello supuso un gran despertar para mi, durante días paseé con mi carro intentando llenarlo de mis cosas, me sentía tan mal, ¡tan egoísta, tan egocéntrica!... hasta que poco a poco fui dando salida a mis propios deseos.

Complacer comienza por darse placer a uno mismo, complacer al interior y después al exterior. Merecemos darnos placer como forma de amor a nuestro ser. A mi me resultó un gran descubrimiento que cada día disfruto y lo mejor, es que me he dado cuenta de que cuando yo disfruto y soy complaciente conmigo misma, mi luz y mi energía se disparan y solo con eso... me siento inmensamente feliz.

almufuentes@gmail.com