domingo, 27 de enero de 2013

Mi rama


Cuando yo era pequeña iba a un colegio a 40 kilómetros de Madrid, en pleno campo. No sé bien si las obras no habían finalizado o si el dinero se les había acabado a esos padres y religiosas que lo crearon, el caso es que más allá del edificio blanco con grandes ventanas, no había ninguna limitación. Cada mediodía después de comer, nos adentrábamos entre las jaras, amapolas, charcas con renacuajos y moreras.

En la rama de una enorme morera pasé muchas horas sentada hablando con mis amigas e incluso algunos días yo sola. Tengo en mi recuerdo momentos que pasan frente a mi de aquella niña de pelo largo que  jugaba con las espigas y los gusanos de seda, que veía pasar las estaciones del otoño al verano con la inmensa suerte de oler permanentemente a campo.

Esa es la rama en la que me visualizo en muchas ocasiones. Los niños no piensan en que pueden caerse, solo están, solo se atreven. Siento que en realidad lo que ocurre es que cuando miramos lo que puede pasar ponemos en marcha los miedos, pero si nos centramos solamente en lo que estamos haciendo, en el aquí y el ahora, somos capaces de disfrutar sin temores.

almufuentes@gmail.com