miércoles, 30 de enero de 2013

Tocar la pata de un elefante, es solo tocar una parte de él


Había una vez un reino lejano que tenía una extraña peculiaridad: todos sus habitantes eran ciegos. Por aquel entonces se hablaba de la existencia de un misterioso animal que todos perseguían y nadie podía describir. Solo conocían su nombre: Elefante.

Sucedió que un otoño, viniera un rey acompañado por su cortejo y acampó con su elefante cerca del lugar. Los habitantes más atrevidos, no pudieron resistir la tentación de ir a palpar al animal.
A su regreso al reino, todos aguardaban para conocer las explicaciones que traían.
El que había palpado la trompa dijo: "Puedo jurar por el honor de mi estirpe que es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo". Le siguió el turno al que había palpado la panza: "Yo sé la verdad, es una masa enorme, abultada e inabarcable. Permanece tranquila y parece moverse con lentitud". Por fin le llegó el turno al que había tocado las patas: "Es poderoso, recto y firme como un pilar. Os lo juro".

Las creencias que tenemos, es decir lo que conocemos de cada cosa, nos hace muchas veces mantenernos firmes en nuestras posturas, creyendo que todo es tal y como nosotros lo vemos. Sin embargo, aceptar el punto de vista de otros, nos permite conocer más cosas y enriquecernos.

Hoy he pensado cuántas cosas veo yo desde mi corta vista y pongo mi intención en aceptar lo que otros ven, pues como en el cuento de el elefante, no hay verdades absolutas, nada es tan real como lo creemos, todo depende de la vivencia de cada uno y en definitiva de la parte de "ese elefante" que cada uno hemos tocado. A partir de ahora, cada cosa que forma parte de mis creencias, la consideraré no como "lo único" sino como parte de un todo que no es necesario defender con uñas y dientes.

El cuento de El elefante ésta mañana, me ha vuelto a dibujar una sonrisa. Feliz mañana.

almufuentes@gmail.com